María, ex esposa, ex vecina, ex mujer trabajadora, está rendida. La veo con la mirada perdida y el semblante triste, sentada en un banco del parque. Sobrevive con los recuerdos enterrados bajo su estrepitoso fracaso laboral. Tiene arrendado, sin costes, ese rincón de letargo y modorra, que ahora es su parcela de sueños perdidos. La visitan palomas de vuelo raso, grises como su vida. Vive sin futuro. La falaz sociedad del bienestar la ahogó en un alud de deudas e impagos. Dormitando susurra palabras confusas y cuando siente el cosquilleo del hambre, abre su bolsa de supermercado, hallada explorando basuras y ante un mendrugo de pan y unas hojas de lechuga, se desliza la tristeza a borbotones por su rostro.
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