Imaginaba, la sonrisa dibujada en su pálido y sereno rostro, el solaz que a él le reportaría el contacto con las algodonosas prendas que le tejía para la abrasadora jornada del día siguiente. Su expresión afectuosa no pudo más que aumentar al desviar su atención hacia sus pequeñas, que demandaban sus cuidados cotidianos con rutilante mirada.
Como cada día, apenas le restaban un puñado de granos de arena de su tiempo… Pero ella jamás abandonaba su talante risueño y apacible, siempre les mostraba la misma cara.
La luna partió presurosa a su trabajo nocturno. De su mano, las estrellas caminaban perezosas hacia la escuela de la noche. Cuando el sol llegó exhausto, nubes limpias y perfumadas aguardaban su descanso.
Hermoso título para un igual hermoso microrrelato.
ResponderEliminarMuy acertadas las similitudes,Marea.
Saludos,