Ni siquiera odio. Sólo pena por los años perdidos, por nuestros hijos. Pasando frente a San Juan con un paquete de pañales, una esquela ha llamado mi atención, por la edad: 58 años, dos más que yo. Luego tu nombre, tan conocido y tan remoto, en letras de luto. Como el que tuve que elaborar por nuestros hijos vivos; este bebé es mi nueva oportunidad. La esquela me ha devuelto la pesadilla de nuestra separación. Cómo aprovechaste el fin del amor, la fuerza de tu sexo y la situación social consolidada para arrebatármelos. El tiempo y el sentido común me los ha devuelto, no sin secuelas. Ahora ni siquiera odio. Sólo pena por los años perdidos y los hijos dañados.
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